Una tarde, estando fuera de un supermercado, vi como dos hombres confrontaban a los clientes con unas afirmaciones equivocadas en cuanto a la enseñanza de la Biblia. Cualquiera que pareciera inseguro en cuanto a la fe cristiana era invitado a aprender en un estudio bíblico “lo que Dios había dicho realmente”. Yo no fui invitado porque esos hombres se alejaron de mí rápidamente cuando utilicé la Palabra de Dios para defender mis creencias.
Los escritores del Nuevo Testamento nos alertaron en cuanto a las falsas enseñanzas que parecen buenas, pero que se oponen a la verdad (2 Ti 4.3; 1 Jn 4.1). Los líderes perversos tuercen sutilmente la verdad para que los cristianos desprevenidos puedan ser atraídos por sus mentiras. Es por eso que la Biblia nos dice que evaluemos el mensaje de cualquiera que quiera ser nuestro guía (Mt 7.20).
El Señor Jesús comisionó a sus seguidores a ir y hacer discípulos, “bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo” (Mt 28.19). A medida que la iglesia primitiva difundía el mensaje del evangelio, la respuesta de fe del nuevo creyente era el bautismo. Lo cual indicaba públicamente que la persona era ahora seguidora de Jesucristo.
Cristo comenzó su ministerio público con el bautismo. En esos días, Juan el Bautista estaba llamando a la gente a confesar sus pecados y a demostrar su arrepentimiento mediante la inmersión en el río. ¿Por qué, entonces, el inmaculado Jesús pidió ser bautizado?
Cuando la vida se complica, tendemos a alterarnos y a preguntarnos cuándo van a terminar los problemas. Pero Dios quiere que nos concentremos en Él en los tiempos de dificultades. Al hacerlo, descubriremos que el Señor está haciendo una obra importante durante las “tormentas”.